"Escucha, Señor, mis palabras, considera mi gemido.
Escucha mi grito de auxilio, Rey mío y Dios mío, pues es a ti a quien imploro.
Por la mañana, Señor, escuchas mi clamor; por la mañana te presento mi oración y espero con esperanza.
No eres un Dios que se complace en la injusticia; el mal no puede habitar contigo.
Los arrogantes no son aceptados en tu presencia; odias a todos los que hacen el mal.
Tú destruyes a los mentirosos; el Señor detesta a los asesinos y a los traidores.
Pero entraré en tu casa por tu gran amor; me postraré temeroso ante tu santo templo.
Guíame, Señor, en tu justicia a causa de mis enemigos; endereza ante mí tu camino.
En sus labios no hay palabra digna de confianza; sus mentes sólo traman destrucción. Sus gargantas son una tumba abierta; con sus lenguas engañan sutilmente.
¡Condénalos, oh Dios! Que caigan por sus propias maquinaciones. Expúlsalos por sus muchos crímenes, pues se han rebelado contra ti.
Pero que se alegren todos los que se refugian en ti; ¡que canten siempre de alegría! Extiende sobre ellos tu protección. Que se alegren en ti los que aman tu nombre.
Porque tú, Señor, bendices al justo; tu favor lo protege como un escudo".
Salmo 5
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